Desafíos para la fertilidad femenina

La fertilidad no depende únicamente de la ovulación o la integridad del aparato reproductor. En muchas mujeres, la capacidad de concebir está profundamente influida por condiciones sistémicas, endocrinas o inflamatorias que, aunque no siempre se manifiestan con síntomas evidentes, afectan de forma directa la posibilidad de embarazo. Tres de las causas más prevalentes y a menudo infravaloradas en este contexto son el síndrome de ovario poliquístico (SOP), la endometriosis y los trastornos de la tiroides. Comprender cómo estas condiciones interfieren en los tratamientos de reproducción asistida es esencial para el abordaje clínico y para acompañar de manera efectiva a las mujeres que transitan tratamientos de fertilidad.

SOP, ovulación caótica y resistencia insulínica

El síndrome de ovario poliquístico es uno de los trastornos endocrinos más comunes en mujeres en edad reproductiva, y se presenta con una triada característica: disfunción ovulatoria, hiperandrogenismo y ovarios con morfología poliquística. Sin embargo, no todas las mujeres con SOP presentan esta tríada de forma completa, lo que puede dificultar su diagnóstico en cualquiera de las clínicas de fertilidad.

Desde el punto de vista reproductivo, el SOP representa un obstáculo importante porque interfiere directamente en la ovulación. El desequilibrio hormonal, especialmente la elevación de los andrógenos y la desregulación de la secreción pulsátil de LH y FSH, genera una maduración folicular anómala. Como resultado, los folículos comienzan a desarrollarse pero no alcanzan la ovulación, dando lugar a ciclos anovulatorios o muy irregulares. Esto no solo reduce las oportunidades de concepción, sino que también impide una correcta sincronización con el endometrio para la implantación.

Un aspecto poco abordado pero igualmente relevante es la relación entre SOP y resistencia insulínica. Muchas mujeres con esta condición presentan alteraciones metabólicas que afectan directamente el entorno hormonal ovárico. La insulina elevada estimula aún más la producción de andrógenos, creando un círculo vicioso que perpetúa la anovulación. A su vez, el tejido adiposo, especialmente en mujeres con obesidad central, actúa como un órgano endocrino que intensifica la disfunción. Por este motivo, el tratamiento del SOP con miras a la fertilidad no puede limitarse al uso de inductores de la ovulación: requiere una visión integral que contemple la regulación metabólica, el estilo de vida y, muchas veces, un abordaje multidisciplinario.

La endometriosis

La endometriosis es una enfermedad ginecológica crónica caracterizada por la presencia de tejido endometrial fuera de la cavidad uterina. Aunque es más conocida por su asociación con dolor pélvico, dismenorrea intensa y dispareunia, uno de los aspectos más devastadores de esta patología es su impacto sobre la fertilidad.

La capacidad de concebir en mujeres con endometriosis puede verse alterada incluso en fases leves de la enfermedad. Aunque los mecanismos exactos no están del todo dilucidados, se sabe que la inflamación crónica en la cavidad pélvica juega un rol central. Esta inflamación altera el microambiente peritoneal, afecta la calidad ovocitaria y la funcionalidad tubárica, y puede interferir en la receptividad endometrial. Además, la presencia de adherencias y quistes endometriósicos (endometriomas) puede distorsionar la anatomía pélvica, dificultando el encuentro entre el óvulo y el espermatozoide.

En el caso de mujeres que se someten a técnicas de reproducción asistida, la endometriosis también puede influir negativamente en las tasas de implantación y desarrollo embrionario. Aunque la punción ovárica y la fecundación in vitro pueden sortear parcialmente las barreras mecánicas y funcionales, la calidad del embrión y la receptividad endometrial siguen siendo desafíos. Por ello, es fundamental no subestimar la importancia de un diagnóstico precoz y un enfoque terapéutico adaptado al deseo gestacional de la paciente, valorando cuidadosamente si la cirugía, la supresión hormonal o la derivación directa a FIV representan la mejor opción.

El equilibrio del tiroides

Entre los factores endocrinos que afectan la fertilidad, los trastornos tiroideos ocupan un lugar destacado, y muchas veces pasan desapercibidos hasta que una mujer inicia un estudio por infertilidad. Tanto el hipotiroidismo como el hipertiroidismo pueden afectar la capacidad de concebir, aunque lo hacen de maneras diferentes.

El hipotiroidismo, incluso en sus formas subclínicas, altera la secreción de gonadotropinas, genera disfunción ovulatoria y modifica la fase lútea, reduciendo así la probabilidad de fecundación y de implantación exitosa. Además, los niveles alterados de TSH pueden interferir con la maduración folicular y aumentar el riesgo de aborto espontáneo en las primeras semanas de gestación.

Por otro lado, el hipertiroidismo suele estar relacionado con una mayor frecuencia de ciclos anovulatorios, alteraciones menstruales e incluso, en algunos casos, cuadros de insuficiencia ovárica prematura. A esto se suma que muchas disfunciones tiroideas tienen una base autoinmune, como la tiroiditis de Hashimoto o la enfermedad de Graves, condiciones que también pueden repercutir en el sistema inmunológico materno y dificultar la tolerancia inmunológica necesaria para la implantación del embrión.

Por estos motivos, la evaluación de la función tiroidea debe ser una parte integral del estudio de fertilidad, incluso en mujeres sin síntomas evidentes. El ajuste hormonal mediante levotiroxina en caso de hipotiroidismo, o el control del hipertiroidismo con antitiroideos y vigilancia estrecha, puede marcar una diferencia decisiva en los resultados reproductivos.

El papel de las matronas en el acompañamiento de estas condiciones

Para las matronas que acompañan a mujeres en procesos de búsqueda de embarazo, la comprensión profunda de estas patologías es clave. No se trata solo de interpretar resultados analíticos o de apoyar el tratamiento médico, sino de entender el peso emocional, físico y social que cada una de estas condiciones implica. Muchas pacientes han transitado años de síntomas sin diagnóstico, sintiéndose incomprendidas o incluso cuestionadas por sus dificultades para concebir.

El acompañamiento respetuoso, informado y empático desde la consulta de tu matrona puede ser el primer paso hacia una atención reproductiva más humana, más consciente de los cuerpos que no responden a la norma, y más centrada en el bienestar integral de las mujeres.

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