El cáncer de cuello uterino, también conocido como cáncer de cérvix, representa una de las neoplasias malignas ginecológicas más estudiadas y es la cuarta causa de muerte por cáncer en mujeres en el mundo, particularmente en aquellas de entre 30 y 45 años de edad. Este cáncer es resultado de un proceso multifactorial que involucra tanto factores ambientales como genéticos, además de la influencia clave de ciertos agentes infecciosos. Su aparición está mayoritariamente asociada a infecciones persistentes por el virus del papiloma humano (VPH), un virus de transmisión sexual que se considera el principal agente etiológico en hasta el 99% de los casos diagnosticados.
Es importante abordar el papel de la herencia genética en el cáncer de cuello uterino, ya que estudios recientes han indicado que, aunque el VPH es un factor necesario para la aparición de este cáncer, no todas las mujeres expuestas al virus desarrollan la enfermedad. Esto lleva a la consideración de otros factores de susceptibilidad genética, que actúan como moduladores en la progresión de una infección por VPH hacia la malignidad. La evidencia de agregación familiar en el cáncer de cuello uterino sugiere una influencia hereditaria, en la que la predisposición genética, sumada a factores ambientales y virales, juega un rol significativo, por lo que puede ser considerado también un cancer hereditario.
¿Ante qué tipo de cáncer nos encontramos?
La oncogénesis en el cáncer de cuello uterino está mediada en gran medida por los tipos de VPH de alto riesgo, particularmente el VPH-16 y el VPH-18, que se han asociado con alteraciones moleculares en el ADN de las células del epitelio cervical. Estos subtipos de VPH son capaces de integrar su material genético en el ADN humano, lo que desencadena una cascada de eventos oncogénicos. Dos proteínas virales, E6 y E7, son críticas en este proceso, ya que interfieren con la función de proteínas celulares clave como p53 y el retinoblastoma (pRb), lo que resulta en la pérdida del control del ciclo celular y en la acumulación de mutaciones genéticas. Es importante destacar que el desarrollo de cáncer no ocurre de forma inmediata tras la infección; el cáncer de cuello uterino se considera un proceso de larga evolución en el cual la persistencia de la infección por VPH y la acumulación de alteraciones genéticas y epigenéticas son cruciales.
En relación con la susceptibilidad hereditaria, investigaciones han mostrado que la agregación familiar del cáncer de cuello uterino puede estar relacionada con variantes genéticas que afectan la respuesta inmune frente al VPH. Se ha propuesto que polimorfismos en genes que regulan el sistema inmunitario pueden influir en la capacidad del cuerpo para eliminar el virus, lo que permitiría una infección persistente. Entre estos genes se encuentran los relacionados con la respuesta inmune innata y adaptativa, tales como el gen de la interleucina-10 (IL-10), que desempeña un papel regulador en la inflamación y en la supresión de respuestas inmunitarias antitumorales. Polimorfismos en genes como IL-10, IL-4 y otros relacionados con las citocinas pueden modular la respuesta del hospedador ante el VPH, facilitando la persistencia de la infección y aumentando el riesgo de progresión a cáncer.
Además de los genes relacionados con la respuesta inmunitaria, otros genes involucrados en el metabolismo de los xenobióticos y en la reparación del ADN también han sido asociados con una susceptibilidad incrementada al cáncer de cuello uterino. Variantes en genes como el GSTM1 y el GSTT1, que codifican enzimas de la familia de las glutatión S-transferasas, y en los genes de reparación del ADN como XRCC1 y ERCC2, pueden afectar la capacidad del organismo para neutralizar agentes carcinogénicos y reparar daños en el ADN, lo que facilita la acumulación de mutaciones y favorece la transformación maligna en células del epitelio cervical.
En el ámbito de la epigenética, la hipermetilación de regiones promotoras de genes supresores de tumores ha sido reconocida como un mecanismo de inactivación en el cáncer de cuello uterino. Este proceso de modificación epigenética es también, en parte, determinado por variantes genéticas heredadas que influyen en la regulación de la metilación del ADN y otros mecanismos de remodelación de la cromatina. El silenciamiento de genes clave para la regulación del ciclo celular y la apoptosis, como p16INK4a, APC y DAPK1, ha sido identificado en muestras de tejidos cervicales cancerosos y se relaciona con la progresión de lesiones pre-cancerosas hacia cáncer invasivo. La interacción entre estos cambios epigenéticos y la infección persistente por VPH podría ser un eslabón crítico en la progresión de la infección viral hacia la malignidad.
Por otro lado, la presencia de antecedentes familiares de cáncer de cuello uterino no solo sugiere una predisposición genética, sino que también refleja factores ambientales y de comportamiento compartidos en los núcleos familiares, como el uso de métodos anticonceptivos, el inicio temprano de la actividad sexual y la cantidad de parejas sexuales, que aumentan el riesgo de infección por VPH. Esto refuerza la necesidad de identificar no solo los factores hereditarios específicos, sino también la interacción entre los factores genéticos y los ambientales, para poder establecer estrategias de prevención y detección temprana más efectivas en mujeres con antecedentes familiares de este cáncer.
Los factores genéticos que lo convierten en algo hereditario…
Desde un punto de vista clínico, la identificación de factores genéticos específicos que confieren susceptibilidad al cáncer de cuello uterino podría permitir la implementación de intervenciones personalizadas en mujeres con alto riesgo. Esto incluye la posibilidad de realizar cribados genéticos para identificar polimorfismos asociados con el riesgo, así como de monitorear biomarcadores epigenéticos que indiquen cambios tempranos en el epitelio cervical hacia la oncogénesis. La prevención del cáncer de cuello uterino también ha avanzado con la introducción de vacunas contra los tipos de VPH de alto riesgo, aunque la efectividad de la vacunación puede estar modulada por la predisposición genética de cada individuo para responder adecuadamente a la inmunización.
A pesar de los avances en la comprensión de los factores genéticos y epigenéticos que predisponen al cáncer de cuello uterino, aún existe un considerable desafío en la identificación precisa de los genes específicos y los mecanismos moleculares implicados en la herencia de esta susceptibilidad. Las tecnologías de secuenciación de nueva generación y los estudios de asociación a nivel del genoma (GWAS) han comenzado a arrojar luz sobre posibles loci de riesgo, pero la interpretación funcional de estos hallazgos y su integración en un modelo comprensivo de la patogénesis del cáncer de cuello uterino son tareas que requieren mayor investigación.